Peter miro por tercera vez a Lali, que estaba sumida en un viejo libro de historia antigua y se llevaba pequeñas migas de galletas a los labios, ¡Hay Dios! Esos labios tan hermosos, carnosos y cargados de promesas indecentes. Peter cerró los ojos un momento y se concentro en tirar correctamente un pase a su equipo.
¿Qué se había hecho? Peter no tenía la menor idea, pero una cosa era cierta, Lali había cambiado su manera de caminar y sus benditos labios - ahora “deseables labios” - se habían vuelto seductores. Se pasó una mano por la cabeza intentando apartar de su mente todas aquellas cosas, tenía que concentrarse en hacer una anotación, estaban perdiendo miserablemente contra el equipo visitante y él tenía toda la culpa. No llevaba la cuenta de las veces que sus manos dejaron ir el balón y en las que sus compañeros intentaron lincharlo con la mirada. Temiendo lo peor solicito tiempo a su entrenador, quien ni corto ni perezoso lo puso en el banquillo de suplentes, agradecía ese gesto, al fin de cuentas no tenía cabeza para jugar.
¿Qué le estaba pasando? Él nunca se había sentido tan desconcertado por algo o por alguien, mucho menos por las cosas de Lali. La muchacha en cuestión levanto sus ojos del libro por un instante y se percato de su nueva posición, le sonrió y regreso a su lectura.
El partido transcurrió en total normalidad y cómo era de esperarse la victoria le fue otorgada, por muchos meritos, al equipo contrario. Peter espero en el banquillo las indicaciones del entrenador y su posterior regaño para dirigirse sin mucho ánimo a las duchas. Después de la tarde de hoy necesitaba un buen baño y una rica cena.
- ¿Qué paso campeón?
A las afueras de los vestidores lo esperaba Lali, con un enorme libro de historia en las manos, el cabello castaño todo revuelto por el viento y esa vestimenta tipo jipi. Peter la miro de arriba a bajo y comprobó que seguía siendo la misma niña que había conocido en el preescolar. Sin embargo aun estaba molesto por lo ocurrido en el partido, así que salió desprendido en dirección contraria y cómo una respuesta ensayada durante los últimos diez años, Lali siguió de cerca sus pasos.
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